En el corazón de las tinieblas

En el corazón de las tinieblas

No acababa de creerme la suerte que había tenido por encontrarme  en esa zona en la “petite season sèche”, donde no había visto una sola gota de agua caer del cielo, a pesar de encontrarme en una de las zonas mas húmedas del planeta.Con un poco de lluvia esas dos semanas se hubieran convertido en un mes bastante largo.

¿Os imagináis esto lleno de barro?

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En Tshikapa pude disfrutar de mi primer día de descanso en más de dos semanas de duro camino.

Me acogieron en una vieja misión católica que mostraba un pasado glorioso.

Un bonito edificio centenario de  ladrillo donde el tiempo no parece perdonar con un presente decadente.

Del techo colgaban algunas bombillas que no han visto electricidad en muchos años, y las tuberías ahora oxidadas explicaban que en un pasado hubo agua corriente.Hoy hay que ir a un pozo donde sacar agua turbia con la que lavarse y cocinar, y los pocos cristales que quedan en las ventanas son minoria frente a trozos de cartón que sustituyen al vidrio.

Llevaba sin ver electricidad desde que salí de la Republica del Congo,aunque no había dejado de ver a lo largo del camino torres de alta tensión provenientes de las presas de Inga, en el majestuosos Río congo ,que Mugutu construyó en su peculiar reinado y que tiene capacidad para suministrar electricidad  a todo el continente.

A pesar de eso, encontrar una bombilla encendida o simplemente tener acceso en este país a electricidad  parece algo tan lejano y remoto como la frontera con Zambia.

Esa electricidad es consumida y disfrutada en los países vecinos,algunos tan lejanos como Sudáfrica.

La misión  en la que me alojaba fue donada y construida durante la época colonial por una empresa minera belga que explotaba los diamantes en el río Kasai que atraviesa la ciudad.

Hoy en día queda poco más que los resquicios de lo que fue en su día abundancia y riqueza.

Me preparaba para cruzar el peor tramo del camino a pesar de escuchar por parte de los lugareños todo lo contrario.Al igual que en el camino que me había traído hasta aquí, parecían decirme aquello que quería oír. Siempre lo que venia por delante era mejor que lo que dejaba atrás, aunque no hubiera nada más lejos de la realidad.

Llegué por fin al puente que cruza el río Kasai.Un puente de hierro y madera desde donde se puede observar a decenas de personas escavando en los bancos del río en busca de diamantes.Sobre el puente la policía de minas vigila que nadie consiga nada sin ellos sacar tajada.

Crucé el puente pedaleando entre cientos de personas transportando sus mercancías sobre la cabeza, bicicleta y los más afortunados sobre motocicletas.

Cuando terminaba el traqueteo de las maderas que hacían de suelo, un policía muy malhumurado que vestía  unos pantalones varias tallas más grandes que la suya,me dió el alto.

-No esta permitido cruzar el puente en bicicleta.Es muy peligroso.Podrías haber causado un accidente.

No me hizo falta levantar la vista para ver pasar 5  personas sobre la misma moto, una camioneta en la que la gente iba subida hasta en el capó y agarrada del guardabarros.

-Vas a tener que pagar una multa.Normalmente serían mil dolares, pero como se que lo has hecho sin querer con 100 dolares te dejamos pasar.Queremos ayudarte.

A pesar de sus absurdas palabras el policía parecía ir en serio.

-Pero no tengo nada de dinero. ¡Mírame! ¡Voy en bicicleta!

-Entonces vamos a tener que encerrarte,-dijo con voz intimidadora y un tono bastante alto.

Sin perder la calma y todavía con la suficiente paciencia por no llevar más de 20 minutos en bicicleta, aparqué la bicicleta y me senté en una sombra junto a otro hombre detenido que sujetaba una cabra.

Un policía más simpático me dijo,”Nosotros solo hacemos nuestro trabajo.Mira este hombre.Lo hemos detenido porque seguramente haya robado esta cabra.No tiene los papeles”

Una multitud de curiosos nos rodeaba mientras yo seguía sentado  en una silla de plástico en la que una de las patas había sido atada con una cuerda y parecía que iba a caerme en cualquier momento.

El policía malhumorado incomodo con tanta gente sacó una cadena de una moto y se puso a pegar palos al aire asustando a los allí presentes.Mala suerte la de un pequeñajo que recibió un duro golpe en el hombro, y rompió a llorar.

Los policías se habían regateado ellos mismos hasta el precio de 5 dolares, pero yo seguía negándome a pagar.

Finalmente,entre tanta gente que atravesaba el puente apareció un hombre mayor al que los policías saludaron con respeto.

Se interesó por mi y se acercó a escucharme.Le expliqué que estaba viajando  y nadie me había dicho que no se podía atravesar ese puente en bicicleta, y le comenté de lo absurdo que me parecía toda esa situación.

La mayoría de las veces que me he encontrado en un problema ha sido cuestión de tiempo en que apareciera alguien dispuesto a ayudar. Confiar en la bondad de la gente ha sido siempre mi mejor aliado, que suma mucho más ante  la aptitud miserable de aquellos que someten a este continente.

Esta vez no fue diferente y pude continuar mi camino con una anécdota más gracias a aquel buen hombre.

Pero el hombre de la cabra se quedó allí retenido.

El camino de salida de Thsikapa atravesaba  literalmente los patios de las pequeñas chozas de adobe por un  terreno  arenoso que me obligaba a empujar la bicicleta para avanzar ante la atenta mirada de los vecinos que no se explicaban los motivos de aquel  mercader blanco.La bicicleta les descolocaba, pues es un medio de transporte para los pobres, algo que no se asocia con el color de mi piel.

¿Que vendes?- me decía alguno.

Los niños se acercaban corriendo gritando “mutoke” (que significa hombre blanco en esa zona) y al no poder avanzar más  rápido que ellos la multitud se multiplicaba y los niños aparecían por todas partes.

La voz corría más rápido que  yo y me estresaba tanto chillido.Admito que ser recibido al grito de” ¡blanco,blanco!”, era del todo desesperante.

Salí por fin de Tshikapa hacia mi siguiente destino, la ciudad de Kananga, por carreteras en peor estado que las que me había encontrado…

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Tuve un gran susto  al encontrarme con una serpiente, la víbora del gabón,mientras empujaba la bicicleta y ésta parecía camuflada con el color de la arena.

Los dos congoleños con los que me encontraba parecían mucho más asustados que yo, y tardaron poco en matarla con un machete.

La Víbora del gabón, aunque no tan agresiva como la Mamba negra, es la que tiene el veneno más potente, y en una zona tan remota una mordedura significaría muerte, por lo que no me pareció mal  ver como la mataban.

Tardé una semana en recorrer los poco más de 250 km hasta Kananga, y me encontré con una ciudad revolucionada y alterada con mucha presencia policial y militar, hasta en las zonas rurales…

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El presidente Kabila había cambiado de nuevo la constitución a su medida y se habían producido varias manifestaciones a lo largo y  ancho del país como protesta.

Algunas organizaciones hablaban de mas de 140 personas asesinadas a manos de la policía, y se había declarado el toque de queda en muchas ciudades, entre ellas Kananga.

Durante casi un mes cortaron completamente las comunicaciones en todo el país y mientras seguía avanzando hacia la siguiente gran ciudad,Lubumbashi,tan solo recibía información por parte de los ciudadanos.

En un país tan inestable y caótico como la R.D.Congo,lo más importante era conseguir  información.

Ésta era ambigua y de poco fiar,ya que la única fuente  era la del gobierno.La menos fiable de todas.

Temía encontrarme en un país en camino hacia el caos,quien sabe si hacia una nueva guerra civil,pero la brutal fuerza usada por la policía para contener las revueltas hizo que la vida siguiera con total aparente normalidad.

Mi bicicleta comenzaba a sufrir y no había día en que no tuviera que dedicarle tiempo para ir reparando las cosas que comenzaban a fallar…

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…a veces con apaños que me sacaran del apuro…

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…y otras más “profesionales”…

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…y estaba en posiblemente el ultimo país donde poder encontrar las piezas necesarias, aunque la bicicleta sea el medio de transporte más usado del país y hubiera talleres bastante a menudo…

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El día antes de llegar a Mwene-Ditu el director de un colegio me permitió acampar en el patio.

Tres días más tarde un hombre sentado en la parte de atrás de una moto me alcanza y mientras se pone a mi altura  me dice que necesita mi ayuda.

Parece muy nervioso y aunque su cara me es familiar no soy capaz de recordar de dónde.

“¿Te acuerdas de mi padre? Te quedaste a dormir en su colegio.En cuanto te fuiste la policía vino a arrestarlo porque te había alojado.Se creen que le diste mucho dinero y ahora ellos se lo piden a él.Lleva tres días en el calabozo.Por favor ayúdanos”

Entonces reconocí perfectamente su cara y me acordé del fuerte abrazo que me dió su padre al despedirme.Revisé la foto que hice antes de partir donde estaba su hijo…

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No sabía que hacer.Se me llenó el cuerpo de tristeza y rabia.

Los malditos hijos de puta de la policía de aquel pequeño poblado habían encarcelado a un buen hombre por el mero hecho de permitirme dormir en el patio de un colegio.

Decidí ir al cuartel general de la policía en el que no me hicieron ni caso y probé suerte con inmigración.

El jefe de inmigración parecía dispuesto a ayudarnos, pero en este país donde la corrupción esta institucionalizada las cosas parecían muy complicadas.

Él era católico, por lo que decidí enseñarle la carta del obispo y entonces se puso más a mi favor.

Pensé en volver al pequeño pueblo y hablar con el mal nacido del policía yo mismo,pero me aconsejaron que no lo hiciera.

“Con esa gente no se juega.No te preocupes, te prometo que me encargo yo de que lo liberen.El no ha hecho nada malo.”

Confirmamos con la superintendencia que sí que estaba detenido,y dándome su palabra que lo liberarían lo antes posible me dijeron que continuara mi camino y me mantendrían informado.

No se cómo lo haría, ya que llevábamos semanas con las comunicaciones cortadas.

Al día siguiente,antes de continuar  , con un fuerte abrazo y con lagrimas en los ojos me despedí del hijo.Le dí todos los dolares que tenía encima ya que en el fondo era esa la única solución que veía factible,y mientras continuaba no podía sentirme más agradecido de haber nacido donde he nacido.

13 thoughts on “En el corazón de las tinieblas

  1. Muy bueno kabir!!!
    “Confiar en la bondad de la gente ha sido siempre mi mejor aliado, que suma mucho más ante la aptitud miserable de aquellos que someten a este continente.”

  2. Relato muy triste Javi por las injusticias de este mundo.Animo y buen viaje anigo.cuidate u suerte

  3. Agradecido y consciente de ello. Que autentico es saberlp y sentirlo.
    Gracias pr compartir

  4. Javier, Nada es azar…..sos testigo de una realidad q´ o se desconoce o se oculta!!!.
    tu testimonio potente, valiente, sirva para iluminar a quien haga falta, y sumemos miles q´no tengo idea q´ni como, pero algo hay q´hacer!!!!!!…y coincido con tu pensamiento final……más allá de los padeceres Argentinos, somos afortunados d vivir en esta tierra……Abrazo desde Quilmes….toda la fuerza!!!!!!!

  5. Muy buen relato Javi!! Realmente te hace reflexionar sobre la injusticia e iniquidad imperantes en nuestro planeta.
    Un abrazo grande desde Argentina.

  6. ¡Fantástico relato, Javier!
    Haces que el mes mochileando por Rusia, del que acabo de volver, parezca un fin de semana en Benidorm
    Buena suerte y un abrazo,

  7. Tremendo relato, tremenda realidad la que nos cuentas. Yo en Etiopía también intervine, con poco éxito, por un niño que se había dirigido a mí, no molestado. Por ello la policía turística le llevó detenido.
    Un abrazo,

  8. Tus relatos y fotos nos trasportan a tus extraordinarias vivencias. Gracias por regalarlos una inyección de nomadismo al común de los sedentarios mortales.
    Un gran abrazo.
    Guillermo

  9. Si todas las personas fuesen como Javier, sin duda el mundo sería un mejor lugar.

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