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Category: Tibet

La ruta de la amistad. 1ªParte.

La ruta de la amistad. 1ªParte.

¡¡Por fin!!. Ha llegado uno de los momentos más importantes del viaje. Atravesar la cordillera más grande del mundo, donde se encuentran la mayoría de los ocho miles, el Himalaya. Meses de quebraderos de cabeza pensando en como podría atravesarlo, ya que el elevado precio de los permisos disuaden a cualquiera y  era algo con lo que tan solo podía soñar, pero gracias a Currencies Direct y AFL, dos de mis patrocinadores, el único problema que me encontré no fue  mas que subir los puertos de más de 5000 metros de altura. Seis años después vuelvo a cruzar el Himalaya  por la famosa Ruta de la Amistad, que une Lhasa con Kathmandu. Entonces lo hice en 4×4, con cielos muchos más despejados y temperaturas mucho más agradables. Más de 1000 Km de carretera dejando a mi vera lagos sagrados…

…campos de trigo y  gente recogiendo la cosecha…

…imponentes picos en carrera hacia el cielo…

…puertos de más de 5000 metros,y una carretera asfaltada en perfectísimo estado…

…la gente me regala sonrisas…

…y los que antes eran mis grandes enemigos, ahora eran mis amigos…

Por desgracia, el agua de la piscina de mi chalet estaba demasiado fría para darse un chapuzón…

…y si no , el chapuzón ya vendría del cielo…

Sentí la naturaleza en todos sus estados, incluso una noche, recién metido en mi tienda de campaña, viví un terremoto, que más tarde informarían que a tan solo 130km  al sur, había arrasado aldeas en el norte de la India.

Al ver un glaciar, no puedo evitar intentar llegar hasta él.  Aparco la bici, y me dirijo río arriba hasta las paredes de hielo,  que con forma de cascada, parecen estar pegadas en vertical desafiando a la gravedad. El olor del viento , el frío, la nieve….

La naturaleza se hace más grande y a mí me hace sentir pequeño. Disfruto con el frío, el viento, la lluvia, mientras pedaleo en la bici con mi precaria ropa de fabricación china que se cae a cachos día a día. Es el reto de superar una de las barreras geográficas más grandes del planeta. No son las vistas, sino el sentimiento de cruzar una meta, algo que siempre me pareció tan difícil que ahora se me hace fácil. Disfruto más, cuanto más difícil es el camino.

La Ruta de la Amistad, comparada con los caminos de las otras provincias tibetanas en las que he pasado los últimos meses, ha sido sin duda la parte mas fácil y placentera. Tras pasar ya varios meses en las regiones mas intactas del Tíbet, he encontrado esta región mucho menos interesante, donde los niños me saludaban pidiendo dinero, y en vez de ser invitado, me invitaban a que les invitase. Los pastores me pedían dinero por hacerles una foto con su rebaño…

También quería ver el Everest desde el balcón de los Himalayas, pero para entrar a su parque natural tenía que pagar una cantidad enorme de dinero, así que decidí colarme de noche.

Mientras la policia dormía en el puesto de aceso, me salté el control a las dos y media de la madrugada, asustado por perros que me ladraban y se me acercaban. Auxiliado por la luz de mi linterna subí un puerto por un camino de tierra hasta un paso de montaña superior a los 5200metros. El viento era cortante, y caía un suave granizo. Cada  vez que veía venir algún vehículo, me salía fuera del camino y esperaba escondido a que  pasara. Apagaba la linterna y estaba rodeado por la oscuridad y el ruido del viento. Fueron cuatro horas pedaleando en la oscuridad, atravesando algún riachuelo helado en el que a punto estuve de irme al suelo, hasta alcanzar el punto más alto, a 5262m, y durante ese tiempo tan solo pude ver brevemente en el cielo a Orión. Por desgracia, al amanecer las nubes seguían ahí, con los rayos del sol intentando colarse entre las nubes…

Pensé que no tendría suerte, pero poco a poco el cielo se fue despejando…

…y volví a disfrutar 6 años mas tarde  de: El paisaje más bonito del mundo.

Ante mi tenia la cordillera del Himalaya, donde el blanco de la nieve aparecía tras las colinas desérticas. Un muro donde se alojan cuatro ochomiles. Liderado por el Everest (8848m), una mole triangular de roca y nieve, y junto a él, el Lhotse (8516m) ,el Makulu (8463m)  y el Cho Oyu (8201m) .

Ni el frío impidió que disfrutara de ese momento. Feliz y helado, me tocaba bajar ese puerto que había subido a oscuras,  y fue  esto  lo que me encontré…

El camino hacia un glaciar.

El camino hacia un glaciar.

No había pasado ni una semana en la fea ciudad de Xining y ya echaba de menos  la vida en el altiplano…

…y a los tibetanos…

Dormir bien, comer bien y descansar me había dejado como nuevo, y mientras esperábamos al día 12 a que saliera el tren hacia Lhasa, decidimos, los tres, ir a la montaña de Amnyemaqen, la segunda montaña más sagrada del budismo tibetano, después del colosal Kailas, donde miles de tibetanos circunvalan la montaña en una peregrinación, midiendo la distancia con sus cuerpos.

Marco y Piedad al no estar aclimatados a la altura y a la falta de oxigeno, se dieron media vuelta, pero yo seguí por la cara norte de la montaña por caminos de tierra y piedras con pendientes superiores al 15%…

…y un viento tan fuerte que me era imposible mantener el equilibrio a mis 4 Km/h sobre la bicicleta.

Sabia que en cualquier momento la montaña aparecería tras alguna colina,tímida, pareciendo querer esconderse.

Y así fue, y al fin a lo lejos pude ver un imponente muro blanco levantarse , tras las diminutas colinas que llevaban tapándome todo el día semejante belleza.

Sin avisar desapareció de nuevo , hasta el día siguiente que la volví a ver pero esta vez mucho mas cerca.

Siguiendo el río de color grisáceo que baja del glaciar tenía siempre a mi derecha las blancas paredes  del sistema montañoso al que pertenece Amnyemaqen.

Entretenido con los miles de roedores que se escondían al verme pasar, y con los muchos ríos de agua helada que tenía que pasar empujando la bicicleta, pasaron casi 6 horas y tan solo había recorrido 25 Km.

Todavía no veía el punto más alto del camino pero el glaciar lo podía ver ya desde arriba…

El frío había helado la bicicleta y las marchas funcionaban a duras penas, por lo que los últimos kilómetros me fue imposible hacerlos pedaleando.Me puse  a empujar hasta que finalmente apareció un mar de banderas de plegarias tibetanas con mantras ,llevados por el viento para difundir la buena voluntad.Creencias.

Ya había llegado al punto mas alto del camino a 4600 m, cercano a la morrena del glaciar.Las vistas de la montaña eran fantásticas, y el ruido del viento sobre las banderas me hacía sentir la naturaleza en su estado más puro…

Allí arriba hacía un frío insoportable y un viento huracanado, pero con esas vistas dónde mejor para montar mi humilde chalet…

Mirando a la cara norte de Amnyemaqen, mientras el sol se ponía por el oeste iluminando tímidamente de color naranja la montaña, monté mi tienda entre tanta bandera,tropezándome varias veces con aquellas banderas que en el suelo no consiguen volar con el viento.

De tanto frío dolía estar fuera de la tienda. Ya dentro del saco y tapado con una manta del ejército chino, que días antes había comprado en Xining.

Al anochecer, la luna por el este iluminaba las montañas. No pude resistirme y salí a contemplar el paisaje bajo  un cielo limpio y estrellado…

Entrada bien la noche el ruido ensordecedor del viento contra las banderas cesó, dejando el ruido del silencio como mi único compañero…

A las 6 de la mañana sonó mi despertador, y no era para ir a trabajar, sino para subir al glaciar y desde allí ver el amanecer.

Tenía mucha sed pero el agua estaba helada y no pude beber.

Me cubrí con toda la ropa que tenía, encendí la linterna y me dirigí hacia el glaciar, bajando por la morrena entre grandes piedras e intentando mantener el equilibrio.

Poco a poco la luz de la mañana sustituyó a la de la linterna, y a lo lejos, iluminando el valle que había subido el día anterior,  el sol apareció levemente entre unas pocas nubes iluminando la cima de la montaña…

Me rebocé con la nieve como si fuera una croqueta, y disfruté de la inmensidad de la naturaleza.

Tan solo estaba rodeado de agua helada, aire seco y frío, y el dulce ruido del canto de unos pocos pájaros…

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Me gustaría pediros un favor , que os llevara unos minutos y a mi me puede ser de grandísima ayuda.Con mis precarias vestimentas he sufrido un frío invernal , y eso que estamos en septiembre , pero ahora hasta enero lo pasare en el Himalaya, con temperaturas extremas.He participado en un concurso que finaliza el 30 de septiembre y que el premio es de 500 euros en material de montaña.Solo tenéis que registraros y votar la propuesta 9, “A golpe de pedal por Asia” en el siguiente enlace.Es un poco coñazo,pero os lo agradeceré infinitamente.

http://www.outletaventura.com/Concurso-Aventura-Seleccionados

Días de frío y soledad.

Días de frío y soledad.

De un día para otro el sol dejó de calentar. A pesar de ser medio día y  estar el sol en lo mas alto del cielo, era imposible quitarse los guantes y la cazadora, ya que un frío glaciar se había quedado después de las ultimas tormentas.
Estaba recorriendo las zonas tibetanas mas remotas del noroeste de Sichuan, tierra de nómadas y perros agresivos que saltaban sobre  mi y la bicicleta en cuanto me despistaba un poco, y la única solución para mantenerlos alejados era ir cargado con piedras y en cuanto algún perro se acercaba rabioso con ganas de guerra, esperaba a tenerles a una distancia adecuada para lanzarles lo mas fuerte posible una piedra, y aunque fallara, que fue en raras ocasiones, salían corriendo  llorando con las orejas bajas y el rabo entre las piernas. A pesar de esto, en una ocasión, a punto estuvo uno de llevarse mi pierna, aunque una de mis alforjas no salio tan bien parada y hoy luce la marca de la dentadura de un perro agresivo. Ahora ya no es tan impermeable como antes.
El camino era mas suave y fácil, pero las rectas se me hacían interminables y es una de las pocas veces en las que he sentido soledad. Son muchas semanas pedaleando fuera de la civilización, sin encontrarme con nadie, falto de conversación, y mentalmente empezaba a estar mas agotado que físicamente.
Todavía me quedaban casi 1000 kilómetros para llegar a Xining, donde tenía que renovar mi visado para China e intentar tramitar permisos para entrar a la Región Autónoma del Tibet, y si fuera posible, conseguir los permisos necesarios para poder cruzar el Himalaya hasta Nepal en bicicleta. Es mi último mes en China, y ya hay que pensar en el siguiente destino. Un cambio me vendrá bien para seguir manteniéndome igual de ilusionado y volver a cargar las pilas.
Pero todavía me quedaba llegar a Xining, me encontraba muy lejos y el camino se me hacia eterno. Además tenia el tiempo justo antes de que se me acabara el visado, el calor no me acompañaba y el viento tampoco.

La carretera era mas monótona, y el frío glaciar no me dejaba dormir por las noches, en las que me mantenía despierto intentando darme calor en los pies dentro de el saco, contando las horas que quedaban hasta el amanecer, con la esperanza de que el sol me diera un poco de calor, y en las noches mas extremas, buscaba una casa de nómadas y un buen fuego donde refugiarme.
Por las mañanas el suelo se volvía blanco con una enorme capa de hielo…

…y el viento era tan seco y frío que parecía cortar la piel.

La bicicleta parecía pesar más, y me costaba sacar fuerzas para seguir. Estaba agotado físicamente y mentalmente. Echaba de menos a mi familia y amigos. Su compania me parecía tan lejana que me era difícil imaginármela.

En el fondo sabia que era algo temporal, que me hacia falta descansar y que días mejores llegarían.

Seguía en el altiplano en tierras elevadas a mas de 4000 metros sobre el nivel del mar, y las nubes estaban tan cerca del suelo que parecía posible tocarlas…

En estas tierras tan solo hay pasto para los yaks, y como combustible usan las boñigas secas de estos animales, que arden constantemente dentro de las tiendas, calentando el té de manteca, o fermentando la leche para hacer un rico yogur.
Durante semanas mi dieta se limitaba a Tsampa y yogur, y ya deseaba llegar a Xining para poder comer un buen plato de arroz con algo de vegetales, algo inexistente en estas tierras tibetanas.
La gente, como siempre, hospitalaria y amable, que a pesar de existir una enorme barrera cultural y de lenguaje entre nosotros, se esforzaban por ayudarme y entenderse conmigo…

…algo que los chinos deberían aprender de sus vecinos tibetanos.

A tan solo 300Km de Xining los días que me quedaban legalmente en China eran tan pocos que decidí parar, y buscar a algún camión en los que recorrer los últimos kilómetros. En vez de 3 días tarde 4 horas, cómodamente sentado en un asiento, escuchando música tibetana a todo volumen bajo la atenta mirada del Dalai Lama en una foto, y yo rezando en cada curva para que no apareciera otro camión a la misma velocidad que nosotros. Esta vez el ruido de la bocina lo escuchaba desde dentro de la cabina, y no desde el arcén de la carretera sobre la bicicleta.

Hoy, desde Xining, entre una densa nube de contaminación, marca típica de ciudad china, ya con el visado renovado, me vuelvo a las montañas hasta el día 12, donde tendré que volver para coger un tren hasta a Lhasa, ya con los permisos tramitados y las estúpidas exigencias del régimen chino, pero lo he conseguido, y el Himalaya lo voy a cruzar en bicicleta.
Esta vez va a ser diferente, ya que no viajere solo, sino con Marco y Piedad, una pareja española que viaja en bici desde Mongolia hasta Nepal en un proyecto  para recaudar fondos para una escuela, y que afortunadamente nos hemos encontrado en esta ciudad (www.viajamundeando.com)

Les conozco desde hace unos días y es como si les conociera de toda la vida.

Los tres, vamos a tener la suerte de cruzar el Himalaya en bicicleta, a traves del camino que se llama: “La Ruta de la Amistad”;  siendo amistad algo que el régimen chino parece desconocer.

De izquierda a derecha: Yo, Piedad y Marco (con su camiseta de los domingos)

Acariciando las nubes.Parte II.

Acariciando las nubes.Parte II.

Después de tanto bajar y subir valles, y romperme las piernas con tanta subida, casi sin darme cuenta me encontré en un altiplano…

…y lo único malo fue tener el viento en contra casi todo el día, aunque al atardecer el viento parecía amainar y podía disfrutar de un merecido descanso al acabar el día…

Atardeceres los ví todos, pero al amanecer prefería quedarme dentro de mi saco de dormir esperando a que llegaran las horas en las que más calentaba  el sol.

En los altiplanos tan solo habitan nómadas, y en sus prados pastan sus rebaños…

…que usan como medio de transporte, o que luego nos dan de comer…

Antes de llegar a Manigango me quedaba bajar al valle del río Yangtze…

…por un terrible camino de piedras aunque con preciosas aldeas tibetanas…

…y al final sólo queda superar el puerto Tro La, de 5050m …

…con una carretera tan precaria, pidiendo a Buda en cada curva que no aparezca ningun conductor psicópata, que tanto abunda por estas tierras…

Ya sólo tocaba bajar, disfrutar de las vistas de la montaña Chola de 6128m…

y mi primera ducha en más de 10 días!!!

Acariciando las nubes.Parte I.

Acariciando las nubes.Parte I.

Después de hacer oidos sordos a la policia en Litang , y de pasar varios dias descansando y recuperándome, tocaba continuar hacia el norte, con mas ilusión que nunca ya que poco a poco me iba a ir adentrando mas en el Tíbet.
Por fin la norma era que hicera sol, a más de 4000 metros se agradece  mucho, y con días tan soleados los colores eran más vivos, y más en esta época cuando las flores inundan los prados…

…y los colores de los atardeceres convierten los paisajes en algo mágico…

Las colinas parecían de terciopelo…

…y mirase a donde mirase, la naturaleza siempre me recompensaba …

Decidí tomar una carretera que no salía ni en mi mapa, y que para llegar a mi destino, Manigango , tendria que recorrer 400 kilometros por caminos de tierra, pasando días enteros sin ver un solo pueblo, teniendo que parar a comer y a descansar  en algunos de los monasterios que encontraba por el camino, con la gran hospitalidad de sus monjes, lamas, que me ofrecían todo aquello que podían …

Tuve la suerte de encontrarme con varios lamas que huyeron a la India durante la invasión china en 1950, y gracias a ello pudimos comunicarnos en hindú, el cual me manejo mucho mejor que en tibetano.

Me explicaron las babaridades que el ejército rojo cometió contra la cultura y el pueblo tibetano, y me mostraban orgullosos fotos del Dalai Lama, su líder religioso que todavía se encuentra exiliado en la India.

Mostraban su asombro cuando les explicaba mi viaje en bicicleta…

..y sobre todo se extrañaban al verme viajar solo,  ya que estar solo es algo mal visto en su sociedad, además de verlo como algo peligroso.

Mi camino continuaba por caminos de tierra a mas de 4500 metros de altura, y  mi GPS me indicaba que me encontraría con una carretera asfaltada en unos pocos kilómetros. Al llegar a este cruce, que seguía siendo camino de tierra pero con algunas partes asfaltadas, miro a mi derecha y veo como un camino sube acariciando la cima de una montaña…

…algo demasiado tentador, así que decidí subir este puerto, aunque no estuviera camino de mi destino, y a pesar de tardar tres horas en recorrer poco más de quince Km. hasta llegar a su punto más alto,  el paisaje del que pude disfrutar compensó todo el esfuerzo…

…pero antes tuve que pasar por esto…