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Category: senegal

¡Llegó el calor!

¡Llegó el calor!

Llegamos a Senegal con ganas de dejar atrás el desierto.

El paisaje aunque admirable y a la vez inhóspito desde hacía algún tiempo se había convertido en monótono.

El panorama se nos ofrecía sin vegetación y que estaba expuestos al  viento que parecía soplar más fuerte en este paisaje sin sombras, y  aunque algunos baobabs  que empezamos a ver a las orillas de la carretera, eran insuficientes para protegernos..

Acabábamos de entrar desde Mauritania, cruzando el río Senegal por la presa de Diama, evitando así el famoso puesto fronterizo de Rosso. En el camino nos cruzamos con los primeros animales salvajes…

Desde el norte de Senegal queríamos llegar al sur, y en el mapa habíamos encontrado lo que parecía ser una pista de tierra que a lo largo de 200 Km. atravesaba el Sahel.

Parecía ser un camino tranquilo, y lo que nos encontramos fue con remotas aldeas  esparcidas por las  tierras infértiles que preceden al Sáhara, la sabana africana, conectadas por estrechos caminos de arena que solían desaparecer entre arbustos, acacias y baobabs.

La vida de las personas  que habitan estas tierras depende del agua de los pocos pozos que hay en la región. Pozos de mas de 70 m. de profundidad que proporcionana agua turbia y caliente, pero por lo menos es agua.

Los Fula, el grupo étnico nómada más numeroso del mundo, habitan las tierras del Sahel desde Mauritania hasta Sudán.

Sobreviven en estos  territorios tan hostiles donde a finales de febrero la temperatura supera los 40º C, y son unas pocas y lluvias al año de las que dependen la vida de sus animales y de sus futuras cosechas.

Las aldeas eran algunas más pequeñas…

… otras más grandes…

…pero siempre llenas de niños…

Durante el día solíamos ver animales buscando algo que llevarse al estómago, mientras los pastores solían estar escondidos bajo alguna sombra.

Las tareas son compartidas por toda la familia…


.. de ahí que el “seguro de vida africano” suela ser una familia numerosa. Más manos que trabajan dan más posibilidades para conseguir comida.

Al atardecer florecía la vida. El sol decidía darnos un descanso y los pozos se llenaban de gente para llevar agua a sus aldeas o dar de beber a sus sufridos animales…

Era sin duda la mejor hora del día…

Hora de llenar las botellas de agua, buscar un sitio donde acampar, asearse un poco, comer, montar la tienda y disfrutar un cielo estrellado antes de dormir, hasta que de nuevo el sol decidiera que el descanso se había terminado. Aunque no siempre era el sol nuestro despertador…