Browsed by
Category: Laos

Meseta de Bolaven. El mejor regalo después de 5 días de sufrimiento.

Meseta de Bolaven. El mejor regalo después de 5 días de sufrimiento.

Dejamos atrás  la cuenca baja del Mekong, su humedad, el calor extremo y el cielo achicharrado por el sol, no muy lejos de Pakse  donde se encuentra la meseta de Bolaven, sobre un antiguo cráter a más de 1000 metros sobre el nivel del mar, donde nos encontramos con grandes extensiones de terreno dedicadas al cultivo del café.

Alquilamos unas motos y recorrimos la meseta de cascada en cascada…

…disfrutando de su agradable temperatura…

…de su fauna…

…de su vegetación…

…de sus colores, de sus humildes aldeas …

…de sus paisajes, …

… de su gente…

…y desgraciadamente fueron los últimos días con Pedro, un compañero de viaje increíble.

Vang Vieng-Pakse.5 días y 800km.

Vang Vieng-Pakse.5 días y 800km.

Era el primero  de mayo y nos quedaban sólo 13 días para que se acabaran nuestros visados de Laos.
Todavía estábamos en el norte, en Vang Vieng, a más de 1000km del sur, por donde teníamos planeado entrar a Camboya, nuestro siguiente país.
13 días y demasiadas cosas que ver en el sur de Laos, así que decidimos hacer lo más rápido posible los 800km que nos separaban de Pakse.
Muy ilusionados con este nuevo reto, físico y mental, de pasar días eternos pedaleando de sol a sol, por paisajes llanos y aburridos en la cuenca del Mekong , donde hemos sufrido días extremadamente calurosos bajo un sol que picaba hasta  la sombra, donde rara vez tuvimos la suerte de ver increíbles paisajes……

El primer día, habíamos empezado a pedalear ya avanzada la mañana, pero al llegar la noche el cuenta kilómetros marcaba 198km, 60 de los cuales fueron atajando por caminos de tierra roja  y piedras…
Al llegar la noche nuestros cuerpos nos pedían un respiro y fuimos a parar a un antiguo y precioso templo budista…

…donde los monjes  nos ofrecieron mosquitera, agua fría y algunos dulces y , lo mejor de todo, un suelo donde dormir y descansar para reponer fuerzas para el día siguiente.
Muy pronto, de madrugada, ya estábamos encima de las bicicletas, con las piernas tiesas y cara de angustia cuando vimos el  cielo azul y despejado.
El terreno era llano y fácil, hasta que el viento empezó a soplar de cara.
Los kilómetros eran cada vez más largos, y el sol a cada minuto que pasaba parecía más grande y caluroso, aunque la brisa sobre la bicicleta lo hacia soportable, excepto las horas del mediodía que aprovechábamos para dar una cabezadita a la sombra.
La mente puesta en todo menos en la bicicleta, imaginándonos los días de descanso que llegarían tras recorrer los 500Km que nos quedaban. Todavía era mediodía y nos quedaban 6 horas de luz, que aprovechamos para pedalear.

A medida que los días iban pasando los kilómetros que hacíamos cada día iban bajando, aunque el esfuerzo era mayor.

El sol parecía darnos tregua y nos deleitamos con preciosos colores y luces, sobre las 4 y media de la tarde…..

El quinto día fue una etapa increíble, donde tan sólo nos quedaban 160Km hasta llegar a Pakse, de los cuales 30 los hice agarrado al remolque de un tractor, atrás se quedaban 4 días duros y aburridos…

… nos moríamos de ganas por llegar a Pakse, de comer bien y de tener algo mas de variedad y probar algún plato diferente a la sopa de fideos o…

Lo mejor del camino, la gente que nos regalaba sonrisas cada segundo y su amabilidad. Seguramente, uno de los pueblos más increíbles que jamas he conocido.

Parte 3: Asfalto!

Parte 3: Asfalto!

Tras tres días sin ver el asfalto, y de estar rodeados de un paisaje árido, de sufrir otra vez el calor infernal del sol  y de aspirar el humo de tantos incendios…

al atardecer y después de quince kilómetros de bajada, fuimos a parar a la carretera asfaltada…

Por las noches una gran luna nos iluminaba…

…que nos permitía encontrar lugares donde acampar cuando llegaba el atardecer, como bajo estos tejados en el mercado de un pueblo…

Desde entonces, en nuestro camino a Luang Prabang, el paisaje ha ido cambiando poco a poco…

…los rasgos de la gente…

…el clima…

…incluso los animales…

El buscar y encontrar un lugar para comer se convertía en una pesadilla, ya que lo único que encontrábamos era arroz al vapor, aunque alguna vez nos encontramos con platos bien apetitosos…

Por fin llegamos a Luang Prabang y después de 10 días pedaleando ahora nos tocaba descansar y disfrutar…

Parte 2:Un poquito de agua porfavor.

Parte 2:Un poquito de agua porfavor.

El día se presentaba muy duro. El mapa nos indicaba que había que atravesar un sistema montañoso por caminos de tierra hasta volver a cruzarnos con el río Mekong.

Calculábamos hacer en dos días los 150km que nos separaban de Pak Beng, pero al final del primer día a duras penas el cuenta kilómetros llegaba a marcar los 50km.

En vez de evitar las montañas el camino se precipitaba en un loco recorrido por todas las cimas, donde casi siempre había alguna aldea.

Al ver una bajada temblábamos, y resoplábamos con angustia, porque sabíamos que tendríamos que subir de nuevo todos esos metros que descendíamos.

Con pendientes de más del 20% tardábamos muy poco en bajarnos de las bicicletas y empezar a empujarlas.

La vegetación empezó a ser más escasa y apenas vimos fuentes donde llenar nuestras botellas de agua.

Nos encontramos humo por todas partes provocado por  la quema de rastrojos y que a su vez provocó algún incendio que afectó algún bosque. El cielo se tornó color naranja …

y mientras nos caía una espesa lluvia de cenizas, nosotros intentábamos apañamos para  llegar con las bicis a lo alto de la montaña,  el ansiado final de la cuesta donde esperábamos encontrar algún pozo o fuente donde poder rellenar nuestras botellines.

Estábamos sin agua desde hace más de una hora y rodeados de un secarral y no corría ni una brizna de brisa que nos refrescara un poco. Nuestros cuerpos estaban chorreando  de sudor  y teníamos que seguir empujando las bicicletas. Sólo pensábamos en descubrir alguna aldea donde conseguir agua.

Casi desfallecidos llegamos a la cima, y a lo lejos divisamos una aldea sobre la ladera de una colina, por lo árido del paisaje podría ser que nos encontrásemos perfectamente  en algún monte al sur de Etiopía.

Ya sentados sobre la bicicleta y dejándonos llevar por la leve pendiente hacia aquel oasis, el viento refrescaba nuestros cuerpos y nos provocaban escalofríos.

A medida que nos acercábamos a la aldea nos daba la impresión de que estaba abandonada. Pero poco a poco empezamos a ver a la gente  asomándose por las ventanas de sus cabañas de bambú viendo a dos extraños sufriendo sobre sus bicicletas por mero placer. O tienen un sexto sentido o alguien les ha avisado de que llegábamos.

Los mas pequeños del pueblo cargaban garrafas de agua vacias caminando hacia la fuente mas cercana.

Con gestos les pedimos un poco de agua y una niña se nos acercó ofreciéndonos una garrafa de agua para que llenásemos nuestras botellas. A pesar de que el agua sabía a arena y que estaba tan caliente como el aire que respirábamos, nos supo mejor que un vaso de gazpacho con hielo a la sombra en una calurosa tarde de agosto en Madrid.

Las fuerzas empezaban a fallar y mejor encontrar un lugar donde dormir.

Entonces apareció un buen hombre llamado Phan y nos ofreció dormir en su casa…

Parte 1:Serpientes para no dormir.

Parte 1:Serpientes para no dormir.

Al otro lado del Mekong nos esperaba Laos, un país pobre y rural, donde el tiempo parece haberse detenido hace ya bastante.

Cruzamos el río Mekong desde Chiang Khong, al norte de Tailandia, en una sencilla barca de madera tambaleándose por el peso de las bicicletas.

Tardamos poco en olvidarnos de Tailandia, algo menos que darnos cuenta de que en Laos se circula por la derecha.

Tan solo unos cientos de metros separan estos países y su gente, pero el cambio real no se corresponde con la distancia.

Nuestro primer destino era Luang Prabang, a casi 500km de distancia.

No teníamos ni idea de lo que nos esperaba. Mejor así.

Después de llevar todo el día pedaleando bajo un sol abrasador por caminos de tierra, lo único que pensábamos era en poder pegarnos un buen baño en algún río.

Casi todo el día había trascurrido junto al río Mekong, con un agua no muy apetitosa, pero a esas alturas cualquier río nos valdría.

El mapa nos indicaba que pronto encontraríamos un afluente del río Mekong, el río Tha, y desde ahí tendríamos que seguir río arriba por otro camino de arena.

La luz del día nos avisaba que nos quedaban pocas horas de luz así que empezamos a buscar un lugar donde montar la tienda y ya nos daríamos una ducha con una botella de litro y medio de agua. Como casi siempre, al principio ningún lugar nos parecía idóneo, y finalmente dimos con el río Tha, que baja por un gran valle y por su lado oeste transcurre ese camino de arena y piedras que teníamos que seguir.

Una vez pedaleando por  el valle, los sitios aptos para montar la tienda eran inexistentes ya que cada espacio que no fuera precipicio estaba habitado por alguien.

Cada vez quedaban menos horas de luz y los insectos empezaban a florecer por doquier formando  masas compactas, y nosotros no veíamos fácil encontrar un lugar idóneo donde plantar las tiendas.

Yo pedaleando delante y Pedro detrás con una alforja  agarrada con el brazo ya que se le acababa de partir. Nos cruzamos con una familia en un tractor, nos saludamos eufóricamente, pero de repente la cara de la mujer cambió radicalmente  y empezó a gritarnos mientras señalaba detrás de mi, donde estaba Pedro.

Me giro y veo una serpiente de más de dos metros de largo cruzando entre los dos, con la cabeza levantada del suelo y deslizándose rápidamente para cruzar el camino.

No fue de lo más atractivo el cruzarnos con esa criatura  mientras teníamos que buscar un lugar donde acampar.

Por fin a última hora y ayudados con la luz de una luna casi llena, encontramos un terreno llano donde parecía no habitar nadie. Ni las serpientes.