Browsed by
Category: Indonesia

Bye bye Indonesia!

Bye bye Indonesia!

Empezar un viaje por un país como Indonesia me pondrá las cosas muy difíciles, simplemente porque intentaré buscar experiencias iguales o mejores en el resto del viaje. Sé que difícilmente  las encontraré.

No quiero resumir estos 4 meses pedaleando el país de las 16.000 islas porque sería injusto. No hay palabras que lo puedan describir, no sólo por los momentos que me ha brindado este país, ni los increíbles paisajes, sino por todas esas emociones que he vivido en mis primeros kilómetros pedaleando.

Resumir sería meter todo en un mismo saco, y no ha habido un solo día que haya sido parecido al anterior.

Sobre la bicicleta los estados de ánimo han llegado a ser extremos. He disfrutado de  momentos extraordinarios en los que mis sentidos se han regocijado con placer, también ha habido momentos en los que el sufrimiento me ha provocado el más puro dolor.

Moverse de isla en isla ha sido como cambiar de país. En una isla tienes selva y arrozales y en la siguiente te encuentras paisajes yermos.

La gente, simplemente insuperable. Amable, graciosa (demasiado), hospitalaria…

El clima se ha portado conmigo ya que a pesar de haber viajado los dos últimos meses en época de lluvias,  ha llovido en días contados. Aun así, el sol no ha perdonado, y las largas jornadas bajo su abrasadora presencia, ha sido seguramente la parte mas penosa del viaje.

Otra prueba más del cambio climático.

La naturaleza es increíblemente maravillosa  y diversa, y no es difícil encontrarse con sitios vírgenes y salvajes. El disfrutar de ellos sobre la bicicleta no tiene precio.

Parece que fue ayer cuando empecé a subir el volcán Bromo y tuve que empujar la bici durante dos días, ahora lo recuerdo menos duro de lo que en verdad fue, porque ese esfuerzo me regaló uno de los paisajes más bellos del planeta cuando monté mi tienda mirando hacia el cráter humeante del Bromo y con el imponente volcán Semeru de fondo lanzando su columna de humo vertical al cielo.

Desde entonces he recorrido 5.465 Km., son los primeros de un viaje que espero sean muchos más.

Lo único  que no echaré de menos de Indonesia es el arroz y en busca voy de una dieta más variada y menos sosa que la indonesia.

Desgraciadamente me llevo un sabor un poco amargo, y no es por el arroz, sino por algunos conductores temerarios que parecen no tener aprecio por la vida, sobre todo la de los demás.

A pesar de todo ello, ya estoy pensando en volver y recorrer los muchos lugares que me quedan por descubrir.

De este maravilloso país me despido con unas fotos. Con aquellas que me traen más recuerdos

Todo menos desapercibido

Todo menos desapercibido

Como extranjero en este país, Indonesia, me ha sido muy difícil pasar desapercibido, y más todavía viajando en bicicleta y teniendo una tienda de campaña amarilla.
Me gustaría mostraros con breves historias, el día a día viajando en un país donde ya de por si no existe privacidad.

CAPITULO PRIMERO
Hay momentos que sobre la bicicleta uno tiene sus necesidades, y como la ley de Murphi avisa , que no dice, cuando quieres encontrar un buen lugar, parece no existir.
Una mañana ya sobre la bici, la digestión de la comida picante del día anterior empezaba a pasarme factura y tenia que encontrar un buen lugar, por lo menos donde la gente no me viera.
Parecía imposible, ya que a un lado de la carretera había una pared de rocas y al otro arrozales, pero por fin, encuentro un sendero que baja hacia un riachuelo, así que dejo la bici apartada a un lado de la carreta y me apresuro a bajar por el sendero.
Casi ya con la lagrimilla me escondo entre unas plantas y cuando estoy tan a gusto escucho como unas motos se paran en la carretera y varias personas empiezan a bajar por el sendero dirección hacia mi gritando ¡¡Hey mister!, ¡¡Hello mister!…
Tuve que asomar  la cabeza para que  se percataran de la situación.

CAPITULO SEGUNDO
Ya esta casi anocheciendo y llevo todo el día sudando, así que mejor si encuentro un sitio donde bañarme antes de montar la tienda.
Casi siempre que cruzo por un puente observo como el río es el lugar de baño de la gente.
Yo prefiero un lugar más apartado ya que no tengo la menor duda de que sería la gran atracción si osase a lavarme cerca de ellos.
Sigo por la carretera hasta dejar atrás varios kilómetros el pueblo. Cuando veo un camino me adentro en él, suponiendo que el pequeño sendero me conducirá al mismo río, pero lejos de toda la gente. Eso es por lo menos lo que yo me imagino.
Apoyo  la bici en un árbol, me quedo en calzoncillos y ya metido en el agua me empiezo a enjabonar, a la que me distraigo un poco, empieza a aparecer gente de la nada. No vienen a lavarse porque lo único que hacen es observarme, soy  como una atracción de feria.
En unos minutos se congregan más de veinte personas de todos los sexos  y todas las edades. La situación se me hace muy incómoda.

CAPITULO TRES
La noche anterior monté la tienda en un lugar paradisíaco. Era una explanada  en una colina muy apartada de la carretera y escondida tras unos árboles.
A las cinco de la mañana me despierto asustado. No ha amanecido todavía, pero hay la luz suficiente para poder  ver.
Fuera de la tienda escucho la bocina de una moto: piiiii!piiii!piiiiiiiiiiiiiii!piiiiii!
Presiento que la moto que esta pitando estará a un par de metros de la tienda, ya la escucho como si estuviera dentro.
Salgo de la tienda rápidamente y veo a un hombre sobre su moto. Esta sonriente y me dice: Good morning, mister!
Ya está. Sólo quería saludar.

CAPITULO CUATRO
Esta anocheciendo y parece que pronto empezará a llover, así que mejor montar la tienda cuanto antes. El problema es que estoy cerca de algún pequeño pueblo y me parece imposible encontrar un sitio tranquilo, así que hoy tocará montar la tienda en la comisaría de policía del pueblo.
Como de costumbre, no tardo mucho en quedarme dormido, pero en mitad de la noche un policía empieza a zarandear la tienda y grita: Hey mister! Hey mister!
Sin salir de la tienda pregunto mosqueado que pasa, y el policía me dice en inglés que quiere dormir conmigo.
Más mosqueado todavía le digo que no, a lo que el policía me responde: “I give blow job”
A pesar de decirle que se fuera varias veces, tardó un rato en irse, y no me quede tranquilo hasta que a través de la tienda vi  alejarse su sombra.

Hombre de la selva

Hombre de la selva

Traducido del indonesio, ‘orangután’ significa hombre de la selva.
No hace falta tener mucha imaginación para que al observar a esta hermosa criatura se encuentren infinidad de parecidos con el ser humano.
Gestos, rasgos y comportamientos. De ahí que compartamos el 97% de nuestros genes.
Es el único gran primate que se encuentra fuera del continente africano, y hoy en día es una especie en grave peligro de extinción.
Debido a las talas de árboles, la mayoría ilegales y otras consentidas por el gobierno indonesio, hace que su hábitat natural se vea reducido constantemente.
Grandes plantaciones de aceite de palma acechan al parque natural de Leuser, donde importantes empresas extranjeras han conseguido la adjudicación de terrenos para poder explotarlos. Pasividad y corrupción del gobierno indonesio, que ante los billetes parece mirar hacia otro lado.
A lo largo de la isla de Sumatra he pasado días enteros pedaleando sin ver otra cosa más que plantaciones de aceite de palma.
Mucha rentabilidad a corto plazo para unos pocos, y pobreza para otros.
Gente desterrada de sus tierras forzosamente, y que ven como se destruyen sus bosques milenarios.
El Parque Nacional de Leuser es uno de los pocos bosques primarios que quedan en el planeta, y en el habitan siete especies de primates, entre ellos el orangután, así como otras especies que no tuve la suerte de ver como los tigres, elefantes, rinocerontes…

Quedan muy pocos rinocerontes y la culpa es de la caza furtiva. China es la destinataria, los furtivos venden en el “mercado negro” sus cuernos a más de 20.000€ el kilo para utilizarlo como medicamento, supuestamente tradicional.

Sin lugar a duda, uno de  mis momentos favoritos en Indonesia fue perderse en la selva en busca de los orangutanes, y ver como perezosamente se movían de rama en rama,y ver a sus crías con esos peinados de pelo punta.

Y este otro primate, que su nomnre en ingles es Thoma’s leaf-monkey, tiene un gran parecido al ser humano a la hora de caminar ya que lo hace sobre sus dos patas y esa forma de sentarse que parece estar de charla con los amigos en el parque..

Que mejor que acabar con 5 puntos en la mano..derecha

Que mejor que acabar con 5 puntos en la mano..derecha

A duras penas estoy escribiendo en el blog, pero contar lo de hoy merece la pena.

Mi estancia en Indonesia llega su fin , y que mejor que acabar pasando unos días en la selva entre orangutanes.Pues si pensaba que iba a acabar así de bien, estaba muy equivocado.

Me quedaban por recorrer tan solo 90 kilómetros en Indonesia, los que separan Bukit Lawan y Medan , desde donde mañana tomare un barco hacia Singapur.

A tan solo 10km de Medan un autobús casi me arrolla, y por suerte que solo se ha llevado mi rueda delantera por delante, pero con tanta rabia dentro de mi ,por no pegar al conductor lo he pagado con una de sus intermitentes de un puñetazo.Ahora me llevo 5 puntos en mi mano derecha de recuerdo.

No todo han sido cosas malas, ya que en una clínica privada a unos pocos metros de el accidente me han atendido con rapidez y profesionalidad , y encima ni me han cobrado.Les he debido dar mucha pena con la mano sangrando , con la rueda que parecía un Wok y lo peor explicándoles como me lo había hecho…

Tras atenderme en el hospital, Indra , un buen indonesio,me ha llevado por todas las tiendas de bicis de Medan hasta que he encontrado una rueda decente que no este frabricada en China.

Finalmente todo esta arreglado y solo queda el dolor de la mano.

Hasta en los días mas malos hay que ver lo mejor de ello.

Me gustaría subir las fotos de los orangutanes , pero mejor lo haré desde Singapore , donde tendré que estar varios días en reposo.Ya me podría haber pasado en el lago Toba!

Más duro es el camino, más dulce es el destino

Más duro es el camino, más dulce es el destino

Describir los últimos días de viaje me va a resultar bastante difícil por no decir imposible.

Mezcla de emociones y  de sensaciones.

Muchas cuestas, paisajes increíbles, bosques tropicales y bosques de pinos, calor insoportable con un  sol justiciero, lluvia y frío.

He cruzado el ecuador , donde un monumento te avisa que lo estas cruzando , pero pude comprobar por mi  GPS que el ecuador estaba a 130m del monumento.

También he pasado los primeros 5000km del  viaje ,he pinchado,me he resfriado , he tenido que arreglar el buje de la rueda trasera,cambiar los zapatas de los frenos,he sido acosado en mitad de la noche mientras dormía en mi tienda  por un policía pervertido,etc.

Como podéis ver han sido unos días muy intensos pero ahora mismo estoy recuperándome en un lugar paradisíaco.El lago Toba.

Un lago volcánico a casi 1000m metros de altitud, con un clima muy agradable y agua cristalina.

Y como una imagen vale mas que mil palabras…

…aunque el camino que me ha traído hasta aquí no ha sido menos espectacular…

…pero a medida que subo las montañas, las selvas se van quedando atrás,y no los arrozales…

…y el paisaje empieza a cambiar,con bosques de pinos…

…y por supuesto la lluvia y el frío,que encima yo sin tener ropa de abrigo ni ropa impermeable, me ha hecho sufrir mas de la cuenta.

Pero al ser mas duro el camino,mas dulce es el destino.

Ahora tocan 22 km de bajada…

…hacia el Lago Toba, y luego el chapuzón…

Empresa familiar

Empresa familiar

Mientras iba pedaleando por una carretera que atravesaba una zona pantanosa en un altiplano al norte de Sumatra,a mi alrededor podía ver columnas de humo, un paisaje oscuro y destrozado.
No hace mucho en esa zona había un bosque , y hoy recogen lo que queda de los árboles para hacer leña, pero antes tienen que secarla.
Esta es una historia de una familia pobre , donde el niño en vez de ir al colegio trabaja ayudando a sus padres.
El padre corta la madera, el niño carga con la madera hasta la hoguera, y la madre cuida de la hoguera.
La luz , el paisaje y la expresión del niño, me han traído muchos recuerdos de África.

Esto es… Sumatra

Esto es… Sumatra

Después de pasar unos días de relax en Jakarta y disfrutar de las comodidades de una capital, recorrí los 135km que me separaban de Merak, el  puerto más occidental de Java, de donde salen los ferrys para Sumatra.

Fue un día incomodo circulando entre un tráfico intenso de camiones pesados y una carretera polvorienta con grandes socavones que hacían imprescindible pedalear con mucha atención.

Llegué al puerto de Merak una vez anochecido, y tras el ofrecimiento de unos policías de dejarme dormir en la mezquita del puesto, decidí montar mi tienda en la pradera frente al cuartelillo.

Por la mañana con la ilusión que conlleva el comienzo de una nueva etapa, en este caso el recorrido de una nueva isla, las cosas no pudieron empezar mejor ya que no me quisieron cobrar el pasaje y viajé gratis en el ferry. Algo sorprendente por estas latitudes.

Sumatra me recibió con una cuesta, de las que pones plato pequeño y piñón grande e incluso así, tienes que pedalear de pie, aunque pasados unos kilómetros la carretera se volvió placentera para pedalear, con escasas pendientes y sorprendentes paisajes que se avistaban a lo lejos  y presagiaban  que jornadas mas duras estaban por llegar. Los volcanes y montañas de Sumatra..

En tan solo un día me planté en Lampung, la ciudad más grande al sur de Sumatra.

Allí me esperaba un contacto que me había facilitado la organización de ciclistas de Jakarta que fomenta el uso de la bicicleta como medio de transporte.

Solihin y su familia me acogieron en su casa y pasamos un día entero limpiando, reparando y poniendo a punto mi bicicleta, que después de  más de 3000km comenzaba a mostrar signos de “fatiga” y las marchas empezaban a fallar.

Solihin sacó de una de sus cajas unas Shimano Deore, idénticas a las mías pero sin estrenar, y me las regaló.

De Lampung a Bengkulu, donde tenía que renovar el visado, había 563km, que ya me habían advertido que eran muy montañosos, pero no solo me encontré con montañas, sino con el peor enemigo de un ciclista: el maldito viento.

Con paisajes muy variados la carretera transcurrió casi todo el tiempo bordeando la costa, pero el ingeniero de caminos no tuvo ninguna piedad a la hora de diseñar la carretera. Un subir y bajar constante, que acompañado del viento han hecho parte de esos cinco días una pesadilla.

Al tercer día la carretera atravesó una selva tropical  con especies protegidas como el elefante de Sumatra y el tigre, a los cuales no tuve la buena suerte de encontrarme. La zona a pesar de ser un espacio protegido muestra los efectos devastadores de la tala de árboles, donde campos de arroz y plantaciones de palma han ido ganando terreno a la vegetación virgen.

La carretera serpenteaba entre árboles gigantes mientras  escuchaba  cantos hipnotizadores de pájaros mezclado con un ruido constante y ensordecedor provocado por miles de insectos de todas clases.

Las hojas que caían de los árboles eran arrastradas por el viento a la velocidad de mi bicicleta.

El fresco de las sombras y la humedad de la vegetación, me hacían sentir muy lejos de la civilización. Lejos de los rascacielos de Jakarta, lejos del metro de Madrid, lejos de cualquier ordenador o televisor, y mas lejos todavía de la Navidad.

Subiendo y bajando cuestas, esquivando agujeros más grandes que la bicicleta, escuché a lo lejos el mar. Entre la densa vegetación y  árboles que se pelean por llegar más alto, puedo entrever el color turquesa del agua del mar.

“Empiezo a bajar una gran cuesta y al girar en una curva, veo una playa de arena blanca entre unos acantilados, cubiertos de verde por la vegetación y con el agua espumada del rompiente de las olas  me parecía como si estuviera en un paisaje de la película Avatar”

Todavía no había desayunado nada, ya que el día anterior se me hizo de noche y para dormir había acampado en una zona donde me fue imposible encontrar nada para comer, y por la mañana tuve que atravesar la selva  con el estomago vacío.

Las piernas empezaban a flojear, y no fue hasta pasados otros 20km que encontré un sitio para llenar el estómago que empezaba a rebelarse.

Comencé a padecer flojera. Los 3 días sobre la bici empezaban a pasar factura. Mi cuerpo me pedía un descanso, pero tenia los días justos para llegar a Bengkulu y poder renovar mi visado a tiempo.

Retomé la bici y seguí  pedaleando contra el viento y el ingeniero de caminos que decidió no hacer curvas en la carretera, sino trazarlas verticalmente sobre  las colinas.

La gente grita: “Hey mister” más que en ningún otro sitio de este inmenso país. Incluso más que en Sumbawa o Flores. A veces no sabía si llamaban al ganado o me estaban llamando a mí, lo digo por la forma de gritar.

En muchos tramos de la carretera había templos hindúes, ya que en los 90, la política de redistribución de la población por parte del gobierno indonesio, de trasladar a miles de personas  que habitaban las zonas mas pobladas de Bali o Java, a otras zonas de Indonesia, hace que en medio de zonas musulmanas te encuentres con aldeas hindúes. En más de una ocasión se han producido enfrentamientos entre las poblaciones y continúa siendo un problema latente, con frecuencia hay fricciones entre comunidades.

Finalmente pude recorrer los 563 km in 5 días, pero espero no tener que volver a pegarme estas palizas en mucho tiempo.

Hoy al fin, y después de haber dormido en una cama por primera vez en más de 2 semanas, vengo de recoger en inmigración el pasaporte con un nuevo visado, que me da la posibilidad de estar hasta finales de enero en Indonesia y poder recorrer la isla de Sumatra con tranquilidad.

Todo tiene su recompensa.

La llegada en barco a Jakarta…

…y las vistas desde casa de Rodrigo…

La feria ecologica y 0% emisiones de carbono…

Una playa virgen donde solo habia…

…unas cuantas vacas tomando el sol…

Carretera serpenteando por la costa…

…y mas costa…

Si os fijais en las palmeras se puede apreciar bien el viento…

Selva…

…y mas selva…

…y lo que antes era selva.

Días pasados por agua

Días pasados por agua

Fue hace un mes cuando dejé Makassar y a mi pasaporte en inmigración, que hoy ya vuelvo a tener en mis manos.

Mañana  sale un barco hacia Jakarta,y mi idea siempre fue llegar a tiempo para cogerlo aunque  eso me haya costado duros días en la bicicleta y forzar un poco al cuerpo, pero por lo menos lo recuperaré en los dos días que tarda en llegar el barco a Jakarta.

Tendré tiempo  para dedicar a la lectura, ya que en estos últimos días al llegar la noche mi cuerpo no me daba para alcanzar a leer una página entera.

Días muy lluviosos, y carreteras con bastante trafico, que acompañado de un paisaje bastante monótono, excepto en las zonas montañosas de Tana Toraja, han hecho estos últimos días más duros todavía.

Un agradable olor me ha acompañado estos días: el de la fruta del cacao secándose a la orilla de la carretera.

No me enrollo más y os dejo algunas fotos de los últimos 700 Km.

Tengo la suerte de ser un gran aficionado del ajedrez y que en Indonesia es un juego muy popular. El jugador en esta foto es un autentico maestro…

…y sus partidas causaban pasion entre los allí congregados…

Durante mi viaje por Sulawesi los dias han sido bastante humedos, con mucha lluvia, y gracias a ello he podido apreciar verdes bosques y ríos que su caudal crecía en cuestión de minutos.

Cascadas con tanta fuerza que su ruido era  ensordecedor.

Al principio del día suele estar despejado , aunque a medida que pasan las horas las nubes se forman poco a poco, hasta que a lo lejos se ve venir la tormenta…

…y aunque suele avisar, a veces pilla desprevenido…

Si os parece que voy cargado en la bici, mas de 60kg,…

…este va mas cargado todavía…

…o estos…

No hay nada mejor  que un lago donde poder refrescarse y esconderse del calor.Sin sal como en el mar, y sin la humedad de la costa…

…y estos increibles paisajes que me hacen  olvidar que voy sobre una bici.

A 75 metros bajo tierra.

A 75 metros bajo tierra.

Hace diez años, una compañía minera australiana compró unos terrenos en el norte de Sulawesi a unos escasos 20Km de Manado, capital del norte de Sulawesi, en la que viven más  de medio millón de personas.
El resultado de sus prospecciones  decían que había un yacimiento de oro. La noticia se propagó y la gente se les adelantó en la explotación del aurífero, hoy en día son ellos quienes excavan y horadan la tierra.
El proceso para obtener el oro es una larga cadena que va desde el minero que se sumerge en la tierra 75 metros, al que separa el oro del lodo con el mercurio, y el que arrienda los terrenos para instalar la maquinaria donde se separa el oro. Todos ellos sacan tajada de este rico negocio.
Cientos de cuadrillas se asientan en pequeñas parcelas bien marcadas y mejor vigiladas en la falda de la montaña por la que fluye bordeando el río Talawaan.

Me interesé en la zona porque en Manado me dijeron que el uso del mercurio como procedimiento para conseguir oro está causando un gran impacto negativo ambiental que además afecta a la salud de la población que se abastece de agua del río Talawaan que desemboca en la bahía de Manado.

Durante mi semana de  estancia en Manado, recorrí diariamente en bicicleta los más de 20 kilómetros que hay hasta la montaña.
La gente del pueblo me aconsejaba que debería volver antes del anochecer ya que la zona durante la noche se vuelve en un lugar peligroso por el alto consumo de alcohol.
No me costó mucho encontrar las minas, aunque nadie en Manado sabía de su existencia y me fue muy difícil recabar algo de información.
La primera vez que me acerqué a las minas noté que a medida que me acercaba a la montaña el  tamaño de las iglesias empezaba a crecer y se convertían en imponentes estructuras  que se asemejan a  catedrales y todas ellas en medio de pequeñas aldeas. Cuanto más me acercaba a la montaña más proliferaban los chiringuitos a lo largo de la carretera y cuyo único negocio es la venta de alcohol.
En este primer viaje me paré a hablar con un hombre que  escuchaba música en su todo terreno a la sombra de un árbol, y con muy  buen acento inglés -había vivido varios años en Estados Unidos- me dice que el terreno donde se trabajan las piedras extraídas de la mina es suyo, y que ese mismo día habían conseguido un kilo de oro. El gramo lo venden a 330.000 rupias( unos 30 euros)
Le pregunto si me puede ayudar a visitar alguna de las minas y me responde que es imposible, que tengo que encontrar al  capataz, y que en esos momentos no estaba , pero me cita para que vuelva al día siguiente.
Disgustado me doy media vuelta. En el camino alguien me saluda  y aprovecho para presentarme y ver de que manera puedo conseguir que me ayude para concertar una visita a alguna de las minas. Se llama Andy y sin mayor complicación se ofrece a llevarme a la que él trabaja y que tiene 75 metros de profundidad.
Dejé la bici candada a un árbol.
Desde la carretera no se ve nada, tan solo vegetación espesa, pero después de atravesarla por unos senderos llenos de barro y de subir una colina, empiezan a aparecer entre las palmeras grandes lonas que protegen las minas de la lluvia.
Finalmente llego a la mina de Andy, donde algunos mineros estaban tendidos en el suelo descansando sobre unos plásticos.
Sorprendidos de verme allí, algunos empiezan a hacerme fotos con sus móviles.
Le pregunto a Andy si hay alguien abajo y me dice que sí, que siempre hay alguien cavando.
¿Y puedo bajar yo?- le preguntó
¿Tú? ¡¡Claro!!
Andy muy ilusionado me da unas botas de goma y me ofrece una vieja camiseta.
El baja primero  y yo le sigo.
Como en la mina no hay luz, tenemos que llevar linternas frontales.
Es un agujero de un metro de diámetro que baja en vertical y tienes que ir apoyándote en trozos de madera incrustados entre las rocas de la pared.
La cuerda esta mugrienta y es resbaladiza.
Poco a poco empezamos a descender, cada metro que descendemos sentimos más humedad y más calor.
Miro hacia arriba y ya no se ve luz, abajo veo la luz de la linterna de Andy que desciende con gran agilidad.
A mitad de camino estoy a punto de darme la vuelta y regresar a la superficie, pero me vence la intriga y las ganas de ver el final de este túnel que parece infinito.
El agua ya no gotea, sale a borbotones por las paredes y el calor empieza a ser insoportable, y no hemos hecho ni la mitad del descenso.
Los golpes y temblores en la pared que escuchamos nos avisan de que pronto llegaremos al final. Abajo nos encontramos con tres jóvenes picando piedra. Se asombran al verme llegar e intuyo por sus risotadas que deben de haber hecho algún comentario jocoso sobre mí.

Los últimos 2 metros no los puedo descender ya que abajo no hay espacio para nadie mas.
Mis manos están llenas de barro y me es imposible quitarme el sudor de la cara.
La cámara de fotos acaba  recubierta de barro.
Finalmente, decidimos volver a la superficie, y descubro que la subida es muchísimo más difícil que la bajada. Tengo que subir trepando por las paredes con mucho cuidado de no resbalarme y de no caer por el agujero.